En un artículo publicado hoy miércoles 26 de enero del 2005, el diario La Razón(diario madrileño)
el escritor y profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, Gabriel Albiac nos plantea una serie de argumentos a partir de los cuales se puede realmente ver que hay un serio y real peligro en España , derivado de las actuaciones de los dirigentes políticos en lo que se refiere a un documento político aprobado en la región española conocida como País Vasco.
Este documento fue votado por el Parlamento vasco con tres votos de un partido que el Tribunal Constitucional de España ha declarado ilegal por estar vinculado a ungrupo independentista vasco llamado ETA, responsable de cientos de asesinatos , con la coartada macabra de que luchan por la libertad de los habitantes de la región española conocida como País Vasco.
Es obvio que no tienen razón - los de ETA y algunos nacionalistas del PNV, Partido Nacionalista Vasco - ninguna al considerar que son ,los vascos, víctimas de un supuesto yugo español , porque la actual Constitución(1978) vigente en España ha dotado de una amplísima capacidad de gestión política a todas las regiones de España .
El Plan Ibarreche(por el nombre del presidente de la región española , conocida como País Vasco) propone que sea esta región española puesta , mediante referendum , sólo con votantes de la región vasca de España, como un nuevo modo respecto de España, esto es, una Nación asociada de España...lo cual, evidentemehte, es un intento de ir fraguando mediante hechos consumado progresivamente generados apartir de este Plan Ibarreche, la futura secesión de la región vasca respecto de España.
El artículo de Albiac supone una propuesta de análisis sobre la dificilísma y muy peligrosa situación que está llevando a España al borde de un abismo muy peligroso, como sabemos por las lecciones de la Historia reciente de España.
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Delirio, sabio en muerte
Gabriel ALBIAC
Habrá quienes lo vean con la plácida serenidad de quien aguarda de ello un beneficio. Yo pienso que están locos. Pero es verdad que a mí nada me repugna tanto como la política; y de nada sé mayor perversidad ni aguardo más alto daño que de ella. Puede, pues, que mi análisis lo turbe este prejuicio, contra cuyo muro firme apoyo la espalda frente a la turba de profesionales navajeros. Puede que el loco sea yo: ya a estas alturas del cansancio, de nada osaría estar seguro. Digo, pues, que pienso que se han vuelto locos. Los políticos. Aunque a la mejor, vaya usted a saber, soy yo quien merece suite en confortable frenopático. Tanto me da.
Pero el desgarro homicida de este país, desde hace como un año, no hay manera de analizarlo en rigurosa lógica de lo real. Y no digo que carezca de lógica, no. La tiene. Y es la más dura, la más rígida de cuantas pueden imponerse a las mentes humanas: la lógica blindada del delirio. Los loqueros llaman a ese blindarse el sujeto en certidumbres que ciegan cualquier resquicio a la realidad, psicosis. Alguien dio de ella la definición más brillante: «El psicótico no es un tipo que se cree Napoleón; el psicótico es un tipo que se cree él mismo».
Y el yo-mismo se inventa. A la medida cruel de su deseo enfermo. Y es verdad que hace falta estar enfermo, y mucho, para andar construyéndonos identidad, calcando los fantasmas de los años treinta. Yo he vivido el epílogo de esos fantasmas, claro. ¿Y quién de mi edad, no? Los sé mugrientos e inhabitables, claro. ¿Quién de mi edad, y quién, hijo de los perdedores, no sabe eso? Los sé, sobre todo, y es eso lo importante, perdidos en un tiempo al cual la España de hoy es más lejana que al último rincón del ominoso Yemen. ¿Alguien sabe, de verdad, de qué está hablando, cuando juega a repetir dispositivos, metáforas, topografías electorales de 1936?
Este país era entonces tercer mundo profundo. Subsuelo famélico de Europa, en el que, como tal, jugaron Hitler y Stalin su ensayo general, previo a la guerra de verdad, la gran matanza. Era barato que una tribu de bárbaros sin instituciones –nunca existió aquí nada a lo que pueda llamarse siglo XIX, tiempo en el cual Europa fue inventando economía de mercado y democracia– se exterminase a golpe de azadón o cartuchazo. Porque fue eso la «romántica» guerra civil, inventada por hispanistas turísticos: carnicería rural de todos contra todos; sacar las tripas a aquel de cuyo borrado derivase un beneficio. Lo de las ideologías se superponía a eso con tosquedad que sería risible de no ser por tanta sangre.
Poco más de un año hace que algún desalmado vio rentabilidad electoral en identificar a las urbanas gentes de un convencional país moderno con aquellas bandas de matarifes. Fue rentable. Hoy es anuncio de abismo. Porque también el delirio es sabio en muerte.
Un saludo